JOSÉ GÓMEZ ORTEGA. “JOSELITO EL GALLO”

NACIDO: Gelves 8 de mayo de 1895.
MUERTE: Plaza de Toros de Talavera de la Reina. 16 de mayo de 1920.
PROFESIÓN: Torero

BREVE HISTORIA:
De estirpe torera, fue el menor de seis hermanos del matrimonio de Fernando y Gabriela, payo y gitana, Sevilla y Cádiz, toros y cante.
José por tanto es la gracia y el arte hecho carne. Junto con su padre y sus hermanos Fernando y Rafael completan una de las dinastías más grandes de la historia de la tauromaquia; “Los Gallo”.
Niño prodigio del toreo, debutó con 12 años en Madrid, las crónicas de entonces lo alabaron: “Lagartijo ha resucitado”.
Entre 1913 y hasta 1918 comandó el escalafón de los toreros. Conocedor de todas las suertes, de gran variedad con la capa y de recorrido largo con la muleta, gran banderillero, lidió y venció a miles de toros.
Junto a Juan Belmonte formó la pareja más importante de la historia del toreo. José y Juan, Juan y José representan la Edad de Oro del toreo, rota en Talavera, por un toro burriciego llamado “Bailaor” que lo corneó en el vientre.
“Se acabaron los toros”, escribió en el telegrama de pésame a su hermano Rafael, el II Califa de Córdoba, Guerrita. No fue así, la memoria y el recuerdo de José, siguen vivos y los talentos que nunca enterró, son los soles de esmeralda que nos siguen iluminando cada madrugada cuando la Macarena pasa, camino de su casa en la Alameda.

POESÍA A UN HÉROE:

Llora, Giraldilla mora,
lágrimas en tu pañuelo.
Mira cómo sube al cielo
la gracia toreadora.
Niño de amaranto y oro,
cómo llora tu cuadrilla
y cómo llora Sevilla,
despidiéndote del toro.
Tu río, de tanta pena,
deshoja sus olivares
y riega los azahares
de su frente por la arena.
-Dile adiós, torero mío,
dile adiós a mis veleros
y adiós a mis marineros,
que ya no quiero ser río.
Cuatro arcángeles bajaban
y, abriendo surcos de flores,
al rey de los matadores
en hombros se lo llevaban.
-Virgen de la Macarena
mírame tú, cómo vengo,
tan sin sangre que ya tengo
blanca mi color morena.
Mírame así, chorreado
de un borbotón de rubíes
que ciñe de carmesíes
rosas mi talle quebrado.
Ciérrame con tus collares
lo cóncavo de esta herida,
¡que se me escapa la vida
por entre los alamares!
¡Virgen del Amor, clavada,
igual que un toro, en el seno!
Pon a tu espadita bueno
y dale otra vez su espada.
Que pueda, Virgen, que pueda
volver con sangre a Sevilla
y al frente de mi cuadrilla
lucirme por la Alameda.

Rafael Alberti

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